El último esfuerzo es un tornado o un huracán. Pura instintividad, la fuerza última no procede de mí, dispuesta ya a partirme en dos. Creación y destrucción se vuelven una. Se me divide el cuerpo. Parir es imposible. Gritooooooooooo.
Y entonces sucede. El milagro. La matrona te pone en mis brazos. Lloras dulcemente. Lloro. Lloramos. El dolor casi acabó. Emoción líquida, fuente que llena se desborda. Has nacido. Ya estás conmigo. Los ángeles nos acompañan. Suena el Bismillah y luego el shucrulil-Lah. Patri y Laura han llegado hoy a Santiago, y han entrado en misa para pedir por ti. Yolanda está de guardia y marcha en tres días al extranjero. Rauf tiene su primer día libre en meses. Nos miramos. Nos acompañamos para darte la bienvenida. La habitación donde asistí a un parto. El hospital donde Patri trabajó. Y el Bismillah. ¿Casualidades?
Rauf corta el cordón, sale la placenta y luego me duermen un rato porque la herida requiere una intervención. Poco importa. Ahora todo es hogar, como si el mundo entero se hubiera vuelto útero. Por fin has nacido y siento un agradecimiento infinito. La realidad protegió tu venida. Mawlana y Hajj Amina, los ángeles, Yolanda, Susana, el otoño vuelto primavera, la experiencia más bella con Rauf, la infinita alegría de que estés bien.
Cuando subimos a la habitación vienen los abuelos y Abraham. Se los ve tan felices. Qué grande se ha vuelto tu hermano en un par de horas. Ya todo ha cambiado. Se asoma a la cama, te observa entusiasmado, y dice así, dulcemente: ¡uy, mamá, qué bonito!
Acabo este relato el último día de la cuarentena, justo con la venida a Madrid de Sheij Ahmed Dede. La gratitud continúa, y la certeza de haber encontrado una vida bella. Gracias a todas las personas que nos acompañaron, a todos los que nos quieren y te querrán. A nuestro maestro. Y a ti, Omar, por decidirte a venir a la vida a través de mí.
¡Alhamdulillah!