Tu parto II

Omar, amor mío, el cosmos se posó como danza aquella mañana de lunes. Creo que ya viene, le dije a tu padre cuando despertó. Abraham estaba inquieto. Tu hermano. Pusimos  Aladdín para que él se distrajera y yo pudiera atender a mi estado. Las contracciones se volvían regulares. Eran olas en una costa de ensueño. Peces azules, algas violetas, mucha vegetación y un cocotero.

Al final de la película ya me pareció ineludible tu venida. Llamé a Susana. Llamé a Yolanda. Decidimos salir lentamente para el hospital. Antes preparé un poco de pasta mientras recitaba alguna oración. La comida se llenaba de luz. Mi cuerpo se preparaba. La vida se volvía a llenar de sentido. Gracias, hijo, por permitirme llevarte dentro de mí.

El hospital de Alcorcón estaba, está, a 3 minutos andando desde nuestra casa. Tu llegada parecía así un poco más fácil. Parecía que fuéramos a pasear. Abraham montado en el carro. Las contracciones eran ya más dolorosas, y las vivía interrumpiendo momentáneamente el paso. Otoño, pero primavera. Raramente el amor se desborda en nuestras vidas hasta ocuparlo todo. Un nacimiento es un desbordamiento, consecuencia de un diluvio, las compuertas de la presa se abren necesariamente. La vida teje su camino.

Autor: mardia

Licenciada en Filología Hispánica y licenciada en Historia, Máster en Ciencias de las Religiones y doctoranda en Literatura Hispanoamericana, escritora, maestra Reiki federada y simpatizante de la escuela sufí Naqshbandi.

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