Viejas fotos, Nueva Barakah. Los sheijs y Mawlana hace años…

Mawlana con Sheij Salahuddin

Sheij Burhanuddin, Green Sheij, Sheij Umar, Sheij AbdelWahid, Sheij Salahuddin… casi irreconocibles con las barbas todavía negras y mucho trabajo por delante.

Unas imágenes que nos llevan a otros tiempos, cuando en España casi no había naqshbandis. Mawlana dijo en uno de los Sohbets que dio entonces que estaba dejando un fermento o una levadura en nuestro país, en el corazón de las personas que entonces le seguían, y que pasados unos años daría su fruto y la tariqa crecería imparablemente.

AlhamdulilLah. Nosotros somos los frutos de aquel viaje y de aquella levadura invisible que plantó en los corazones de los Sheijs españoles que nos han acompañado y orientado en nuestro camino. Que Dios los bendiga y les guíe a través de nuestro Murchid Mawlana Sheij Nazim AlHaqqani ArRabbani. AlhamdulilLah wa SucrulilLah.

Gracias especiales a Sheij Salahuddin por facilitarme estas joyitas. Que Dios me perdone y le bendiga, a él y a todas las personas de bien. Amín.
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Autor: Shihabuddin

Psicólogo y escritor. Practicante del sufismo en la tariqat naqshbandi.

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  1. LA WILAYA

    Prólogo

    La “renuncia al tasawwuf” como se describe en esta página web a la actitud tomada por muchos musulmanes desde los inicios de la colonización europea hasta nuestros días, es una señal y una bandera de muchos movimientos y personalidades musulmanas.

    Ven en el tasawwuf un signo de atraso, de superstición, de estar anclados en el pasado, una de las causas de la decadencia islámica.

    El tasawwuf, ciencia y arte que busca profundizar en los enunciados del Corán y la Sunna, mediante la práctica intensa del Islam, bajo la influencia de grandes maestros que formando “cadenas” (silsila) llegan hasta Rasûlullah () es el gran desconocido de nuestros tiempos incluso para muchos musulmanes.

    La estigmatización de que son víctima los grandes awliyâ (Sidi Abdelqader al-Yilani, Sidi Abu l-Hassan ash-Shâdili, Sidi ad-Darqawi, Sidi Ahmad Bamba, Sidi Moinuddín Chishti, etc.) y las prácticas de los musulmanes que los honran en sus tumbas, merece ser contestada con argumentos del Corán y la Sunna y comentarios de los ‘ulamá.

    Porque ir a recogerse o a hacer du’â en una tumba ha sido una práctica de los musulmanes de todos los tiempos, aunque en los últimos dos siglos haya sido desprestigiada y tildada de shirk y bid’a.

    ¿Cuál es el fundamento del amor de los musulmanes por los awliyâ? ¿Qué es la wilaya? ¿Cuál es el origen de los máusim y su práctica correcta?

    Todas estas preguntas serán contestadas en este texto breve.

    -o0o-

    Un walí es un musulmán que debido a su apertura y cercanía a Allah, a su intimidad con él, tiene una posición especial. Este grado se da normalmente a un musulmán debido a su seguimiento estricto de la Shari’a, del camino del Islam y por su sinceridad e ‘ibada. Algunas veces la wilaya (cualidad del walí) se concede a una persona desde su nacimiento.

    De entre los awliyâ (pl. de walí) de la Nación de Muhammad, los más elevados son los cuatro Julafá Rashidun, Sidnâ Abu Bakr, Sidnâ ‘Omar, Sidnâ Uzmán, Sidnâ ‘Ali (r.a.) y después todos los sahaba al-kiram. Los sahaba son también awliyâ.

    La fuente de bâraka para los awliyâ después de los sahaba es Sidnâ ‘Ali (r.a.). En otras palabras, todos los awliyâ tienen la bendición de la wilaya mediante ‘Ali ibn Abi Taleb (r.a.).

    De los awliyâ de todas las ummas, los superiores son los awliyâ de la Umma de Rasûlullah ().

    En todas las épocas ha habido awliyâ, y necesariamente tiene que haber, aunque reconocerlos puede ser una tarea difícil.

    Hay muchas escuelas de transmisión del tasawwuf, que tienen unas cadenas de transmisión de conocimientos (silsila), que van de maestro en maestro hasta Sidnâ Muhammad (). El objetivo de todas ellas es la realización de los objetivos profundos del Islam en el ser humano a través de las enseñanzas del Corán y el Hadiz, bajo la bâraka de los maestros y con una disciplina y rigurosidad personal del aspirante (murîd). Las escuelas espirituales (turûq) son muchas, y destacan como principales la Qâdiriyya, fundada por Shaij Abdelqader al-Yilani, la Shadiliyya, fundada por Abu l-Hassan ash-Shâdili, la Naqshabandiyya, establecida por Juaÿa Baha’uddín Naqshabandi, la Sohrawardiyya, etc., con múltiples ramificaciones cada una de ellas. El Islam es el mar donde desembocan todas estas escuelas.

    El conocimiento de todos estos grandes awliyâ es vastísimo, hasta el punto que han dado informaciones de makâna wa ma yakûn, es decir, lo que ha pasado y pasará, conocimientos que se encuentran en el lauh al-mahfuz, la tabla resguardada donde Allah ha escrito todo lo que ha sucedido y sucederá.

    ‘Aqaid referentes a los awliyâ

    Allahu Ta’ala ha dado mucha fuerza a los awliyâ. Quien solicita su ayuda la obtiene aunque grandes distancias lo separen de ellos. Después de su deceso, su influencia aumenta.

    Visitar las tumbas de los awliyâ es un factor positivo para adquirir taqwâ, prosperidad y bâraka. Hacer actos meritorios para y ofrecer su recompensa para el bienestar de los awliyâ (recitar el Corán, dar a los necesitados, recitar el salat ‘ala n-nabí) es muy beneficioso para el musulmán y una buena manera de adquirir bâraka. Realizar el mausim (conmemoración del aniversario de la muerte) de un walí es también beneficioso. A este respecto, tenemos que decir que la degeneración folklórica que han sufrido determinados máusim es algo que se sale del camino del Islam: recitar el Corán, hacer du’â y dzikr, escuchar un discurso (y darlo), alimentar a los necesitados y dar la recompensa al walí en cuestión son los actos de un máusim. Ni la música, ni el encuentro multitudinario de personas para hablar de cuestiones del dunya están en el espíritu original del máusim.

    Determinadas prácticas que vemos en nuestros días son bid’a. Realizar suÿud a cualquier otro que Allahu Ta’ala es haram. Si se hace con intención de respeto, es una falta, un danb; si se hace con intención de ‘ibâda es shirk.

    Los musulmanes que hayan abandonado la Sunna y la Yama’â no pueden ser considerados nunca como awliyâ.

    El Tasawwuf tiene por objeto aceptar y seguir a Rasûlullah () física y espiritualmente, y seguir la Shari’a. Es, pues, una profundización del Islam, no una doctrina aparte o un resabio de cultos pre-islámicos como nos quieren hacer creer algunos.

    Un sahaba puso una vez su tienda en un lugar sin darse cuenta que la ponía encima de una tumba. Más tarde se dio cuenta de ello porque podía oir recitar sûra al-Mulk. Contó lo sucedido al Profeta (), quien le dijo que la recitación de la sûra al-Mulk ayuda al fallecido en la tumba a la vez que le protege del dolor y el castigo. (Sahîh at-Tirmidi). De este suceso deducimos que los siervos queridos por Allah viven en sus tumbas, de lo contrario Sidnâ Muhammad () habría hecho caso omiso de este incidente. En vez de eso, habló de las excelencias de la sûra al-Mulk y dijo explícitamente que los siervos amados por Allah aún viven en sus tumbas.

    En tiempos de Mu’awiya (r.a.) se hizo un canal entre Meca y Medina. Ese canal pasó inadvertidamente por un terreno donde estaban enterrados los shuhadâ (mártires) de Uhud. Un obrero, mientras cavaba, incidentalmente cortó un pie de un shahid (mártir). Como resultado de ello, la sangre empezó a brotar de ese noble pie. Aprendemos de ello que no sólo las almas, sino los cuerpos de los íntimos de Allah están vivos. (Yaçb ul-Qulûb, Sharh as-Sudûr).

    El Imam Abu Na’im (r.a.) en su libro Hilyat al-Awliyâ narra que Sidnâ Sa’id (r.a.) dijo: “¡Por Allah! Hamîd Tawîl (r.a.) y yo estábamos enterrando a Sidnâ Zâbit an-Nibhani (r.a.), y cuando poníamos las últimas piedras una de ellas cayó en la tumba. Miré para abajo y vi como Sidnâ Zâbit (r.a.) se preparaba para el salât y estaba implorando a Allah de la siguiente manera: “¡Allah! Has dado a unos cuantos de entre tus criaturas el permiso de realizar el salât en la tumba, dame a mi el mismo permiso” Está más allá de la Rahma de Allah rechazar una invocación así”. Sidnâ Zâbit ibn Aslam an-Nibhâni al-Basri era un tabi’i. Completaba la recitación del Corán entero todos los días. Ayunaba muy a menudo. Esto demuestra que los awliyâ viven en sus tumbas y hacen ‘ibâda como cuando estaban en el mundo físico.

    Un hadiz qudsí dice que: “Cuando mi siervo se convierte en Mi amado, sus palabras y atributos son el reflejo de Mis Palabras y Atributos. Cualquier cosa que pida, se lo concedo. Si pide refugio en Mí, le protejo”.

    Todas estas bendiciones las encontramos en los awliyâ incluso después que hayan abandonado este mundo. Los musulmanes visitan las tumbas de los Awliyâ porque a éstos les ha sido prometida el auxilio y la Rahma de Allah. Si un musulmán visita la tumba de un walí y dice el siguiente du’â: “¡Oh íntimo de Allah! Tú eres el amado de Allah. Por favor pide a Allah por mí”, ¿cómo puede ser que haya quien considere esto como shirk, si el mismo Señor de los Universos ha prometido a los awliyâ estas mercedes?

    Si alguien considera que la visita a la tumba de un walí no le reportará ningún bien, no es que haya insultado a dicho walí, sino más bien que ha dudado de la promesa de auxilio que Allahu Ta’ala ha hecho a sus siervos queridos.

    Los awliyâ son Ayât ar-Rahma (Signos de Rahma). Arropan en su cobertura de Rahma a aquellos que los recuerdan y focalizan la Rahma en ellos. Alguien preguntó al Sultân al-Awliyâ, Sidnâ Gauz al-Adham (r.a.): “¿Si alguien respeta y honra tu nombre aunque no sea tu murîd o no haya sido educado personalmente por ti, será contado entre tus muridín?El gran Gauz (Auxilio) contestó: “Allah aceptará a todos aquellos que tengan cualquier forma de relación o conexión conmigo y escriba su nombre en mi asamblea espiritual. Si alguien adopta un camino deseado, Allah le bendecirá con la Guía y la Tauba. Estará bajo mi estandarte espiritual. Ciertamente mi Señor, el Poderoso y Altísimo ha prometido que todos mis muridín, todos aquellos que me aman y aquellos que siguen mi camin, entrarán en el Jardín”. (Bahÿat al-Asrâr).

    Mu’aÿiçat de los awliyâ

    Los awliyâ realizan a veces mu’aÿiçat, prodigios, hechos maravillosos más allá de las leyes naturales, aunque éstas no sean una condición de su wilaya. El mayor de sus mu’aÿiçat es su rigor en el cumplimiento de la Shari’a. Al-Gauz al-‘Adam (r.a.) dijo: “La mu’aÿiça del walí es su completa sumisión a las enseñanzas del Nabí ()”.

    Shaij al-Akbar, Muhi d-Dîn Muhammad Ibn al-‘Arabi (r.a.) explica así el fenómeno de las mu’aÿiçat:

    a. Un tipo de mu’aÿiça es la hisiya (aparente), esto es, la evidente y claramente visible para todo el mundo. Por ejemplo, conocer el futuro, andar grandes distancias con un solo paso, sostenerse en el agua, etc.

    b. Otro tipo de mu’aÿiça es la ma’nawiya (espiritual) que sólo puede ser vista y percibida por determinadas personas. Por ejemplo, control de los deseos carnales, adoptar virtudes por la Guía de Allah, practicar todas las obligaciones del Islam bajo cualquier circunstancia, etc. (Futuhat al-Makkiya).

    La persistencia en cumplir la Shar’ia es el más grande prodigio de los awliyâ. Un walí verdadero es justo, sincero, y sigue el camino trazado por Sidnâ Muhammad ().

    Sidnâ Abu Yaçid al-Bustâmi (r.a.) nos previene: “Si veis a una persona con las piernas cruzadas volando por los aires, ¡no os dejéis engañar por las apariencias! Observad más bien su apego a la realización de la ‘ibâda y a las fara’id y su separación del harâm, su realización de lo aconsejado y su prevención ante lo detestado, su realización del adab y todos los aspectos del Camino del Islam”. (Risâla al-Qusairiyya)…………………..thank you Maryam.Sorry

  2. LAS PROVISIONES DEL VIAJERO ESPIRITUAL

    Bismil-lâhir Rahmânir Rahîm
    En el Nombre de Dios, Clemente, Misericordioso

    Éste es un tratado titulado “Las provisiones del viajero espiritual” que fue escrito en respuesta a una pregunta de uno de los hermanos religiosos que había consultado respecto a la manera de atravesar el sendero de la verdad.

    Sabe, “aîiadaka al·lahu birûhen minhu” -que Al·lah te afiance con un espíritu de Su parte-, que así como el viaje aparente posee un punto de partida, un final, una distancia y un camino (que recorrer), provisiones, montura, compañeros de viaje y un guía, asimismo el viaje espiritual, que es el viaje del espíritu hacia Al·lah Glorificado y Altísimo, posee todo ello.

    Su “punto de partida” es la ignorancia y la imperfección natural que trajo consigo desde el vientre de su madre:

    “ual·lahu ajraÿakum min butûni ummahâtikum la ta‘lamûna shai‘an” («Al·lah os extrajo de las entrañas de vuestras madres desprovistos de conocimiento»).

    Su “final” es la perfección real, que es alcanzar a Al·lah, Glorificado sea:

    “Ua anna ilâ rabbika al-muntahâ” («Y que el final será a tu Señor»).

    “Iâ aiiuhâ-l insân-u innaka kâdihun ilâ rabbika kadhan famulâqîh” («¡Oh humano!, por cierto que te esfuerzas afanosamente por tu Señor. ¡Ya le encontrarás!»).

    La “distancia del camino” en este viaje, son los niveles de perfección en el conocimiento y la práctica que el espíritu atraviesa -“shai’an fa shai’an” (“poco a poco”)- cada vez que da pasos sobre el sendero recto de la legislación religiosa que atravesaron los Auliâ’ (devotos y santos) y Asfiâ’ (puros e íntegros):

    “Ua anna hadhâ sirâtî mustaqîman fattabi‘ûhu ua lâ tattabi‘û-s subula fatafarraqa bikum ‘an sabîlih” («Y que ésta es Mi recta senda. ¡Seguidla y no sigáis las demás sendas para que éstas no os desvíen de la Suya!»).

    Y estas perfecciones se suceden unas a otras; hasta que no se atraviese la perfección anterior, no podrá trasladarse a la ulterior, tal como sucede en el viaje aparente, hasta que no recorra un tramo de la distancia inicial, no podrá atravesar la posterior.

    Y “las estaciones” de este viaje son las exaltadas cualidades y la moral encomiable que son los estados y posiciones del espíritu. Se traslada gradualmente desde cada uno hacia aquel que se encuentra por encima:

    La primera estación es la “vigilia”, que es el estado de alerta, y la última estación es el Tawhîd (la Unicidad Divina), que constituye el propósito último de este viaje. Se mencionaron en forma explayada estas estaciones y niveles en el libro “Manâzil As-Sâ’irîn”.

    “El camino” de este viaje es poner completa dedicación y gran voluntad, mostrar motivación por esforzarse al atravesar estas estaciones y auto-disciplinarse para soportar las dificultades de los deberes de la religión de entre las obligaciones, tradiciones (sunan), proceder ético (adâb), autocontrol y cómputo (de las acciones) del alma: “ânân fa ânân ua lahdzatan falahdzatan” (“momento a momento e instante a instante”) y concentrar todas las preocupaciones en una sola a la cual dirigir nuestra atención y aniquilarse en Al·lah, Glorificado y Altísimo:

    “ua tabattal ilaihi tabtîlan” («Y conságrate íntegramente a Él»).

    “Ual ladhîna ÿâhadû fînâ lanahdiîannahum subulanâ” («A quienes se esfuerzan por Nuestra causa les encaminaremos por nuestras sendas»).

    Y “la provisión” de este viaje es la piedad (taqwâ):

    “ua tazawuadû fa’inna jaira az-zâdi at-taqwâ” («Y aprovisionaos, mas (sabed que) la mejor provisión es la piedad»).

    Y la taqwâ significa llevar a cabo aquello que el Legislador ordenó y abstenerse de aquello que prohibió, con discernimiento, a fin de que el corazón, a través de la luz de la legislación religiosa y el bruñido producido por actuar en base a los preceptos de ésta, sea susceptible a la efusión de sapiencia por parte del Creador, Glorificado sea:

    “uattaqûl·laha ua iu‘al·limukumul·lah” («¡Temed a Al·lah, y Él os instruirá!»).

    Y así como, hasta que el viajero aparente no obtenga de las provisiones el sustento para su cuerpo no podrá recorrer el camino, de la misma manera, el viajero espiritual, hasta que no se constituya con la “taqwâ” y la purificación religiosa, tanto en su aspecto exterior como interior, y fortalezca su espíritu con ello, no proliferarán alrededor de su camino las ciencias y conocimientos y la moral encomiable que resultan de la “taqwâ”; y el ejemplo de esto, es el ejemplo de alguien que lleva consigo una lámpara en la noche oscura, y por medio de su luz ve el camino y anda, y al dar cada paso, se ilumina un tramo de dicho camino y avanza sobre él, y asimismo, hasta que no de un paso y no avance (ese tramo) no se iluminará, y hasta que no se ilumine no podrá andar.

    Ese “ver” representa “saber” y ese “andar” representa “actuar y tener piedad”. Se transmitió del Imam As-Sâdiq (P) que:
    “Quien actúe de acuerdo a lo que sabe Al·lah le proporcionará el conocimiento de lo que no sabe. El conocimiento es estimulado mediante su puesta en práctica. Si es que lo acata (permanece) y si no, se marcha. No es aceptada ninguna acción sino en base a un conocimiento, ni ningún conocimiento sino en base a su puesta en práctica. Aquel que sabe, su conocimiento lo guía hacia la acción, y aquel que no actúa no tiene un conocimiento; solo que la fe está dividida en grados”.

    Así como en el viaje aparente aquel que no tiene camino no llega a destino, de la misma manera, en el viaje espiritual, aquel que no posee conciencia en su accionar no llega a destino: “El que actúa sin discernimiento es como el caminante sin camino, a quien el mucho andar sólo le aleja más”.

    Y “la montura” de este viaje es según su proporción y capacidades; entonces, así como en el viaje aparente, si es que la montura es débil y lisiada, no podrá recorrer el camino, asimismo en este viaje, hasta que no haya salud del cuerpo y un fuerte sustento, no se podrá hacer nada. Entonces, obtener el sustento, desde este aspecto, es imperioso y aquello que es para algo imperioso debe obtenérselo en la medida necesaria.

    Así, requerir lo innecesario en el sustento conforma un impedimento para el viaje espiritual, y la vida mundanal censurada respecto a la cual se advirtió, consiste en ese mismo exceso que conforma un daño para el que la posee, pero que requerido en la medida necesaria entra en los asuntos del Más Allá, y el obtenerla es adoración.
    Asimismo, si es que alguien, durante el viaje aparente, suelta su cabalgadura en medio del camino, mientras la misma se encuentra pastando, no recorrerá su camino. De la misma manera, en este viaje espiritual, si es que deja al cuerpo y las fuerzas corporales hacer su parecer, y no se atiene a las costumbres y tradiciones de la religión ni sostiene sus riendas en las manos, no se recorrerá el camino de la verdad.

    Y “los compañeros” de este viaje son los sabios, virtuosos y adoradores, viajeros espirituales que se auxilian y ayudan unos a otros, puesto que la persona no se percata rápido de sus defectos, pero se percata rápidamente de los defectos ajenos. Entonces, si es que varias personas se auto-edifican juntas y se informan unas a otras de los defectos y flagelos, ellos recorrerán rápido el camino, y se verán protegidos de los salteadores de camino y los bandidos, que ciertamente que: “Shaitán está más cerca de la persona solitaria que del grupo, y la mano de Al·lah está con el grupo”.
    Si es que uno se sale del camino, el otro se lo hará notar, pero si es que está solo, le tomará mucho tiempo percatarse de ello.

    Y “el guía” en este camino es el Profeta –que la paz y las bendiciones de Al·lah sean con él y su familia- y el resto de los Imames Inmaculados –que la paz sea con ellos-, quienes han mostrado el camino, establecieron las tradiciones y costumbres, informaron de los beneficios y perjuicios del camino y ellos mismos lo han transitado, y han ordenado a la ummah imitarlos y seguirlos:

    “laqad kâna lakum fi rasûli·lahi usuatan hasanah” («Realmente tenéis en el Enviado de Al·lah un excelente ejemplo»);

    “qul in kuntum tuhibbûnal·laha fattabi‘ûnî iuhbibkumul·lah” («Di: “Si verdaderamente amáis a Al·lah, seguidme, que Él os amará”»).

    En conclusión, lo que ellos hacían y aquello hacia lo cual ordenaban, tal como se desprende de las tradiciones fiables de Ahl-ul Bait (P), conforma parte de las cuestiones que indefectiblemente el viajero espiritual ha de observar, y no está permitido, de ninguna manera, desacatarlas después de haber obtenido las verdaderas creencias. Y éstas son veinticinco cosas…

    Primero: Observar las cinco oraciones diarias.
    Me refiero a llevarlas a cabo al comienzo de su tiempo, en ÿamâ’ah (en congregación) y ob­servando en ellas las tradiciones (sunan) y proceder apropiado (âdâb). Entonces, si es que sin razón ni impedimento alguno las retrasara respecto del comienzo de su tiempo, o no se presentara a realizarlas en congregación, u omitiera alguna de las tradiciones o alguno de sus procederes (âdâb), aunque sea un poco, se habrá salido del camino del pere­grinaje espiritual, y será igual que el común de la gente que pace errante en la decadencia de la ignorancia y el desvío y que está desinformada del camino y del objetivo, y no progresará jamás.

    Segundo: Observar la Ora­ción del Viernes (Salât-ul Ÿum‘ah), la de las dos Festi­vidades (‘Îd Al-Fitr e ‘Îd Al-Ad·hâ) y la de los Signos (Al-Aiât).
    Se debe hacerlo en tanto se reúnan las condiciones, il·la ma‘al ‘udhr-il musqit (a menos que tenga un impedimento que le dispense de dirigirse a realizar la oración), puesto que, “si es que tres viernes (seguidos) abandona la oración sin razón alguna, su cora­zón se enmohecerá de ma­nera tal que no pueda ser subsa­nado”.

    Tercero: Observar las oracio­nes meritorias diarias.
    Incluso se llegó a considerar pe­cado abandonarlas, excepto cuatro rak‘ah o ciclos de la nâfi­lah (u ora­ción supererogatoria) de la tarde, y dos rak‘ah de la nâfilah que sigue a la oración del ocaso (magrib) y el witr (que es la ora­ción superero­gatoria de la noche), que es permi­tido no lle­varlas a cabo aun no existiendo impedi­mento alguno.

    Cuarto: Observar el ayuno (sawm) del Mes de Ramadán y perfeccionarlo.
    De manera que controle la len­gua respecto de las palabras vanas, de la maledicencia, de la mentira, de maldecir e insultar, y acciones semejantes, y al resto de los miem­bros del cuerpo respecto de la opre­sión y la traición, y desayunar con lo ilícito o dudoso, aún más de lo que los controla el resto de los días.

    Quinto: Observar el ayuno preferible.
    Que son tres días específicos de cada mes, lo cual equivale a un estado continuo de ayuno (sawm ad-dahr). Si es que no tiene im­pedimento alguno, que no lo abandone, y si lo abandona, que lo recupere, o en su defecto que dé como limosna una ración (mudd) de comida.

    Sexto: Observar el zakât (o gravamen religioso)
    De manera que retrasarlo o actuar con languidez a su res­pecto no está permitido, a menos que tenga un impedimento, como no encontrar a quien sea acreedor al mismo (esto es, que no haya necesitados), o por esperar para dárselo a quien sea más virtuoso de entre los que son acreedores a ello, etc.

    Séptimo: Observar el pago de “un derecho consabido de los bienes” como limosna.
    Me refiero a que determine que cada día o cada semana o cada mes, dará algo de sus bienes a un mendigo o indigente, de una manera acorde a su riqueza, y que no lo suspenda. Y es mejor si no se informa nadie de ello:

    «Wual·ladhîna fî amuâlihim ha­qqun ma‘lûm li-s sâ’ili ual mahrûm» – «Aquellos en cuyos bienes hay un derecho consabido para el mendigo y el indigente».

    “Fa fil hadîz “annahu gairu-z zakât” – En el hadîz (se transmi­tió) que (el derecho consabido) no incluye al zakât (sino que es otro tipo de caridad).

    Octavo: Observar la Peregri­nación obligatoria (Haÿÿat-ul Islâm).
    De manera que debe llevarse a cabo en el año que se torna obli­gatoria (por haberse vuelto pu­diente, etc.), y no es permitido retrazarla si no tiene impedi­mento alguno.

    Noveno: Visitar los sepulcros sagrados del Profeta (BP) y los Inmaculados Imames (P).
    Especialmente el del Imam Husein (P), desde que encontra­mos en el hadîz que: “Visitar al Imam Husein (P) es obligatorio para cada creyente, y todo el que deje de lado este acto, habrá de­jado de lado un derecho de Al·lah y del Mensajero”.

    En otro hadîz se transmitió que: “Todo Imam tiene un pacto que rige sobre sus awliâ’ y shi‘as, y entre las cosas mediante las cuales se observa completamente ese pacto, se encuentra la visita a su sepulcro”.

    Décimo: Observar los dere­chos de los hermanos.
    Y satisfacer sus necesidades, puesto que, ¡qué énfasis elocuente se hizo al respecto!, es más, con­sideraron que ello tiene prerro­gativa por sobre la mayoría de los deberes religiosos.

    Décimo primero: Compensar los recuer­dos de Al·lah que no se hayan realizado en su momento.
    Cuando se dé cuenta: “mahmâ amkana” – [Cuando y como sea posible].

    Décimo segundo: Eliminar de sí mismo las conductas cen­surables como la vanidad, la mez­quindad, la envidia y sus se­mejantes.
    Imponerse prácticas de ascetismo, cualidades opuestas (a las mencionadas) y atributos morales encomiables, como el buen ca­rácter, la munificencia, la pacien­cia y sus semejantes, hasta que se tornen una conducta arraigada.

    Décimo tercero: Dejar de lado total­mente los actos prohibidos.
    Y si ocasionalmente acont­ciera un acto de desobediencia, que rápidamente pida perdón, se arrepienta y vuelva (a Al·lah) a fin de que sea amado por Al·lah:

    “Inna·laha iuhibb-ut tawwâbîna” – [«Ciertamente que Al·lah ama a los arrepentidos»].

    Décimo cuarto: Dejar de lado las cosas dudosas y ambi­guas.
    Lo cual conlleva a caer en las prohibiciones, y dijeron: “Todo aquel que deje de lado un adab (o proceder pertinente determi­nado), se verá privado de una sunnah (tradición religiosa), y todo aquel que deje de lado una sunnah, se verá privado de reali­zar un precepto obligatorio”.

    Décimo quinto: No inmis­cuirse en “mâ lâ ia‘nî” (lo que no in­cumbe).
    Puesto que ocasiona la dureza de corazón y la ruina, y en el hadîz:

    “Man talaba mâ lâ ia‘nîhi fâtahu mâ ia‘nîh” – [Quien procure aquello que no le incumbe ni posee valor para sí, perderá aquello que sí es de valor para sí].

    Y si se produjera por negligencia, tras percatarse, deberá compensar ello mediante el pedido de per­dón y la contrición:

    “Innal·ladhînat-taqaû idhâ massahum tâ’ifun min-ash shaitân tadhakkarû fa’idhâ hum mubsirûna ua ijuânuhum ia­muddûnahum fî-l gaîi zumma lâ iuqsirûna” – «Por cierto que los timoratos, cuando les alcanza alguna tentación de Satanás, re­capacitan, y heles aquí ilumina­dos. En cuanto a los compañeros de los demonios, éstos les sumen en el error, luego no se detie­nen».

    Y hasta que no abandone la compañía de los battâlîn (quienes pasan su tiempo indolentemente), los mugtâbîn (quienes hacen ma­ledicencia) y aquellos que hablan palabras dispersas y así pasan los días, no se librarán del “mâ lâ ia‘nî” (lo que no incumbe), puesto que no hay nada como esto que ocasione insensibilidad, negligen­cia y pérdida de tiempo.

    Décimo sexto: Comer poco, dor­mir poco y hablar poco.
    Convertir ello en su propio lema, ya que influye plenamente en la iluminación del corazón.

    Décimo séptimo: Recitar un poco del Corán cada día.
    Y lo mínimo son cincuenta aleyas, con cavilación, reflexión y sumisión, y es mejor si algo de ello acaece en medio del salât.

    Décimo octavo: Disponer como wird (acto devocional habi­tual) algunos recuerdos de Al·lah y súplicas en m­mentos específicos.
    Especialmente después de las oraciones obligatorias, y si puede ocupar su lengua la mayoría de su tiempo en recordar a Al·lah, aun­que (el resto de) los miembros (de su cuerpo) estén siendo utilizados en otros trabajos, ¡qué bienaven­turanza!

    Se transmitió que el Imam Muhammad Al-Bâqir (P) la ma­yoría del tiempo tenía su bendita lengua humedecida con la pura frase “lâ ilâha il·lal·lah” – [No hay divinidad sino Al·lah] cuando co­mía algo, cuando hablaba, cuando caminaba, etc.

    Ello conforma un fuerte medio y ayuda para el pe­regrino espiritual, y si vincula el “recuerdo del corazón” con el “recuerdo de la lengua”, en poco tiempo sobrevendrán muchos logros espirituales. Mientras pueda que se esfuerce incesante­mente en recordar a Al·lah, a fin de que no sea negligente, puesto que ningún asunto aventaja a éste en el peregrinaje espiritual, y es una fuerte ayuda para renunciar al hecho de contrariar a Al·lah, Glorificado y Altísimo sea, me­diante los actos de desobediencia.

    Décimo noveno: Procurar la compañía del sabio y hacerle preguntas.
    Y beneficiarse de las ciencias religiosas en la medida que se encuentre avenido a ello. Que se esfuerce todo lo que pueda en incrementar un conocimiento al que ya posee:

    “akias-un nâs-i man ÿama‘a ‘ilm-an nâs-i ilâ ‘ilmihi” – [El más sagaz de entre la gente es aquel que incorpora el conocimiento de la gente al suyo propio].

    Hacerse de la compañía de quien es más sabio que uno se considera una gran victoria, y si encuentra un sabio que actúa según su conoci­miento se considera imperioso imitarlo y no deberá salirse de ese juicio. El “viejo” a quien se refie­ren los sufis es éste mismo, y el propósito de “conocimiento” es el conocimiento de la otra vida, no el conocimiento de lo mun­dano. Y si no encuentra a alguien así, ni tampoco encuentra a al­guien más sabio que él mismo, que procure la compañía del libro y la buena gente, de manera que obtenga de ellos la moral enco­miable, y que no pierda la opor­tunidad de nin­guna compañía que le permita pasar un buen rato, recordando a Al·lah y la otra vida.

    Vigésimo: Tratar a la gente con buenas maneras y senci­llez.
    A fin de que no se conduzca de una manera insoportable para nadie y su accionar sea objeto de un buen pensamiento; y a su vez no debe pensar mal de nadie.

    Vigésimo primero: Hacer, de la sinceridad en las palabras y en el accionar, un lema para sí.

    Vigésimo segundo: Encomendarse a Al·lah Ta‘âla en todos los asuntos.
    Y no tener la vista puesta en las causas materiales, y ser desa­pegado (en lo relacionado a) obtener el sustento sin dedicarse a ello con extrema seriedad, ni te­ner esperanzas excesivas en ello, y en la medida que pueda con­formarse con poco y abandonar lo excedente.

    Vigésimo tercero: Ser paciente ante el trato desagradable de familiares y parientes.
    Y no perder rápido el temperamento y no desear el mal, que cuanto más sea objeto de desdeño y más las aflicciones con las que se topa, llegará más rápido a lo procurado.

    Vigésimo cuarto: Encomendar el bien y prohibir el mal (al-amr bil ma‘rûf ua-n nahî ‘anil munkar).
    En la medida que uno pueda, y hacer partícipes a los demás en el bienestar y la congoja, y asimismo en el peregrinaje espiritual, si es que existiera la capacidad inte­rior, de lo contrario, abstenerse de acompañarlos con precaución y reticencia a fin de que no oca­sione repulsión.

    Vigésimo quinto: Organizar los momentos de uno.
    Y en cada momento del día disponer un wird (acto devocional habitual) en el que ocu­parse para que su tiempo no se desperdicie “puesto que el valor de cada tiempo depende de aque­llo en que se lo transcurre” y esto es primordial en el peregrinaje espiritual.

    Esto es lo que nos ha llegado de los Imames Infalibles –que la paz sea con ellos- y lo que ellos practicaban y decían a los demás, pero asuntos como observar un acto devocional por el período de cuarenta días, no comer (carne de) animales y realizar el re­cuerdo consistente en cuatro gol­peteos, y otras cosas que se trans­mitieron de los sufis, no se narró de ellos (P), y aparentemente, algunos de los mashâiej, veían adecuado algunos de éstos debido a que, para las almas de ciertas personas, resultaba en la facilidad del peregrinaje espiritual, y por ello ordenaban realizar ello. El origen del período de cuarenta días tal vez sea el Hadîz:

    “Man ajlasa lil·lahi arba‘îna sabâhan dzaharat ianâbî‘-al hik­mat-i min qalbih-i ‘alâ lisânih” – [Quien actúe sinceramente y con exclusividad para Al·lah durante cuarenta días se manifestarán fuentes de sabiduría desde su corazón hacia su len­gua].

    Y el origen de dejar (de comer la carne de) los animales:

    “Lâ taÿ‘alû butûnakum maqâ­bira-l haiwânât” – [No hagáis de vuestros estómagos cementerios de animales], y otros semejantes.

    Y no cabe duda de que comer poca carne, en momentos re­traerse y ocuparse en los recuer­dos (a Al·lah) con la mente des­preocupada y con completa aten­ción, influye en la iluminación del co­razón, pero con la condi­ción de que no constituya un impedi­mento para (participar en) la Ora­ción del Viernes y la Ora­ción en Congregación.

    Entre los asuntos que son trascendentales en el viaje espiritual, está la libertad, quiero decir, libe­rarse de las vi­lezas de la natu­raleza, y de la seducción de los hábitos y de las pautas del común de la gente, desde que no existe obstáculo mayor que estos tres asuntos para el via­jero espiritual, y algu­nos sa­bios llamaron a éstos “las ca­bezas de los demonios”, y todo acto execrable que al­guien co­mete, cuando lo ana­lizas con atención, vuelve a uno de estos tres asuntos:

    En cuanto a “las vilezas de la naturaleza (humana)”, como la concupis­cencia, la ira y lo que de éstas deriva, como el amor por la riqueza, posición y sus semejantes, (debes saber que):

    “tilka-ad dâr-ul ajirah naÿ‘aluhâ lil·ladhîna lâ iurîdûna ‘uluwuan fî-l ard-i ua lâ fasâdâ” – «Asignamos esa Morada Postrera a quienes no quieren conducirse con altivez en la Tierra ni corromper».

    En cuanto a “la seducción de los hábitos”, como los engaños del alma incitadora al mal (an-nafs al-ammârah) y sus ornamen­tos, y/o los actos inmorales de­bidos a las fantasías corruptas, las ilusiones mentirosas, y lo que conllevan de entre las morales viles y los hábitos despreciables:

    “qul hal nunabbi’ukum bil ajsarîna a‘mâlan al·ladhîna dal·la sa‘iuhum fî-l haiât-id duniâ ua hum iahsabûna annahum iuhsinûna sun‘an” – «Di: “¿Os daré a cono­cer quiénes son los que más pier­den por sus obras, aquéllos cuyo esfuerzo se pierde en la vida de acá mientras creen obrar bien?”».

    En cuanto a “las pautas del común de la gente”, como: seguir a personajes de gran porte e imitar a los ignorantes que apa­rentan ser sabios, responder a las tentaciones e incitaciones de los demonios de entre los genios y hombres, y ser engañado por sus artimañas y tergiversaciones:

    “rabbanâ arinâ-l·ladhîna adal·lânâ min-al ÿinn-i ual ins-i naÿ‘alhumâ tahta aqdâminâ li iakûnâ min-al asfalîn” – «¡Señor nuestro! ¡Muéstranos a los que nos han extraviado de entre los genios y los humanos; los pondremos bajo nuestros pies para que estén en lo más profundo!».

    Respecto a algunas costum­bres y situaciones como la vesti­menta y las relaciones con la gente, que se hayan establecido en el uso consuetudinario de la época, en lo manifiesto se debe imitar a la gente en general, de manera que ésta no interfiera en los asuntos de esta persona, puesto que poseer un estado peculiar provoca (en los demás) la apren­sión y la maledicencia, a menos que imitarlos en ello sea contra­riar un asunto importante de la religión, cuyo abandono traiga aparejado un perjuicio al viaje espiritual, en cuyo caso, no es necesario imitarlos, a menos que sea por taqîiah, y este tipo de asuntos depende del juicio de los dotados de visión de la época.

    Y todo el que torne para sí imperiosas estas veinticinco co­sas y las procure con sinceridad, “a‘nî ibtigâ’an li waÿhil·lah lâ liga­radin duniawîin ‘âÿil” [quiero de­cir, para procurar la Faz (esto es, la satisfacción) de Al·lah y no por un motivo mundanal efímero], día a día su estado progresará, se incrementarán sus obras buenas, sus malas acciones serán perdo­nadas y sus niveles elevados.

    Entonces, si es que es de entre la gente del conocimiento, quiero decir, si las cuestiones del cono­cimiento divino de entre las des­cripciones del Origen y el Re­torno y el conocimiento del alma y temas semejantes llegaron a sus oídos, y considera como el propósito último conocerlos tal como son (kamâ hua) dando completa importancia al hecho de conocerlos, y es de entre aquellos que entienden, entonces día a día su sabiduría se incre­mentará, y por inspiración di­vina obtendrá capacidades en la medida que logre realizar la ado­ración y asistir ante los sabios y (prestar atención a) sus palabras; ya que debes saber que la lozanía interior y la súplica respondida y cosas como ésas, dependen del propio esfuerzo y atención, y en cualquier caso se logrará que ello le acerque al Creador, Glorifi­cado Sea, y le proporcionará un amor y una luz; que ciertamente que el amor completo y la luz profusa es fruto del conoci­miento, el cual a veces llega a tal punto que se puede observar la mayoría de los asuntos del Más Allá en esta vida, tal como se transmitió de Hârizah ibn Nu‘mân y cuyo hadîz se encuen­tra citado en Al-Kâfî.

    Cada vez que el amor se intensifica y llega al grado de la pasión (‘eshq) y se entrega (esto es, es fascinado y seducido) en el recuerdo del Creador, ello es denominado encuentro (liqâ’), arribo (wusûl), aniquilación (fanâ’) en Al·lah, permanencia (baqâ’) por Al·lah, y expresiones semejantes.

    Y ésta es la meta y propósito de la creación, así como se ha indicado en el hadîz qudsî sobre que:

    “Kuntu kanzan majfîian fa ahbabtu an u‘rafa fajalaqtu-l jalqa likai u‘rafa” [Yo era un tesoro oculto; quise ser conocido, así, originé la Creación para ser conocido],

    y en la Revelación coránica:

    “wa mâ jalaqtu-l ÿinn-i wal ins-a il·la li ia‘budûni” – «No he creado a los genios y a los hombres sino para que Me adorasen»,

    “Qîla, aîi “li ia´rifûna”, wa innamâ ‘abbara ‘an-il ma‘rifah bil ‘ibâdat-i li’annahâ lâ tanfakk-u ‘anhâ wa innama ‘ab­bara ‘an-il·lâzim-i bil malzûm li’al·lâ iatawahhamu anna-l maqsûda aîiata ma‘rifatin kânat, bal al-ma‘rifat-ul jâssat-il·latî lâ tahsilu il·la min ÿihat-il ‘ibâdat-i”
    [Se dijo (que Al·lah dijo): O sea, “para que (Me) conociesen”; y se refi­rió al “conocimiento” a través de la “adoración” puesto que el conocimiento no se separa de la adoración.

    Se refirió al “propó­sito” (el conocimiento) a través de una de sus implicancias (la adoración) para que no se su­ponga que el propósito de Al·lah es cualquier conocimiento, sino que es un conocimiento especial que solo se produce a través de la adoración.]

    Porque el conocimiento es de diversas clases y posee muchos caminos y no cualquier conoci­miento suscita el acercamiento (qurb) y el arribo (wusûl), puesto que para la mayoría de la gente también se produce un conoci­miento a través de la imitación, y los teólogos (mutakal·limîn) tam­bién se han hecho de un conoci­miento a través de las pruebas dialécticas cuyas preliminares están compuestas por los cono­cimientos categóricos (mu­sal·lamât), los conceptos razona­blemente aceptados (maqbulât) y las suposiciones (madznunât); asimismo, los filósofos han obte­nido un conocimiento a través de los argumentos racionales (ba­rahîn ‘aqlîiah) cuyas preliminares están compuestas por las certe­zas (iaqinîiat), y ninguno de ellos provoca el arribo (wusûl) y el amor.

    Entonces, todo aquel para quien se haya suscitado el cono­cimiento a través de adorarle a Él, ello es el fruto del árbol de la Creación y el propósito de la creación del mundo, y los demás, todos fueron traídos a la existen­cia como anexo al mismo y para servirle:

    Son anexos a la existencia del amor, tanto los hombres como los genios. Muestra una inclinación para que alcances la felicidad

    Y por ello, en un hadîz qudsî leemos que Al·lah, dirigiéndose a Su Profeta –que las bendiciones de Al·lah sean sobre él y su puri­ficada familia, dijo:

    “law lâka lamâ jalaqtu-l aflâk” – [Si no fuera por ti, Yo no habría creado las constelaciones].

    Entonces, todo el que tenga una elevada motivación y en­cuentre la gema dentro de sí, debe esforzarse para, a través de la obediencia (‘ubûdîiah), la ado­ración (‘ibâdah), la piedad (taqwâ) y la purificación (tahârah), acer­carse a este nivel (y se refiere a acercarse a este nivel lo que el Noble Profeta –que las bendicio­nes de Al·lah sean sobre él y su purificada familia- dijo respecto a Salmân:

    “Salmânu minnâ ahl-ul bait” – “Salmán es de nosotros Ahl-ul Bait”).

    Ya que no te otorgan la unión a Él sino con esfuerzo,
    Entonces, ¡oh corazón! Esfuér­zate en la medida que puedas.

    Si es que llegaste a la meta, ¡bravo por la felicidad!, y si en este camino moriste, ¡bravo por el martirio!

    Si mueres en Su camino, eres un mártir,
    Y si vences en la carrera, eres el ornamento de los siervos.

    “Wa man iajruÿu min beitihi muhâÿiran ilâl·lâh ua rasûlihi zumma iudrikh-ul mauta faqad uaqa‘a aÿruhu ‘alâl·lâh” – «… La recompensa de aquél a quien sorprenda la muerte, después de dejar su casa para emigrar a Al·lah y a su Mensajero, in­cumbe a Al·lah…».

    Si ofrezco mi vida por alcanzar este deseo,
    Debo desatar mi corazón de la casa y de la tienda.

    Y el éxito es de Al·lah, el Po­deroso, el Sabio, y la Alabanza sea para Al·lah, Señor del Uni­verso, y los Saludos sean sobre Muhammad y su familia purifi­cada

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